La norme personalidad de César y una obra sembrada a lo largo y ancho de la isla actuaron como imán y reclamo turístico único.

Además de guardián custodio de la isla, brindó apoyo y consejo a tantos y tantos lanzaroteños. En EL GRIFO, además, se heredó una previa relación de amistad y vecindad familiar que posibilitaron sucesivas colaboraciones con la bodega, puntuales en su mayoría, pero siempre decisivas.

En los años 80, sus exposiciones de pintura en Alemania se convirtieron en una oportunidad única para la bodega, que aprovechó el transporte de sus obras para incluir cajas de Malvasía. Así fue como EL GRIFO comenzó su andadura en Europa.

En 1986, y por propia iniciativa, propuso crear una etiqueta especifica para nuestro Malvasía Semiseco, su vino favorito. Poco después acometió el cuadro que adquirimos y ahora se expone en la biblioteca.

Entre 1990 y 1991, César volvió a colaborar desinteresadamente EL GRIFO, en el tramo final de la rehabilitación de la bodega original -y de su vida-, para su conversión en el espacio etnográfico visitable. Además de validar los trabajos acometidos bajo la dirección técnica de Ubaldo Blanco Ayala, ideó la circulación en el interior de los antiguos depósitos de cemento, o “tanquillas”.

En ese tiempo, también reordenó la entrada a la bodega, creando el logo que figura en las puertas y en su Monumento al Pájaro Grifo, ser mitológico.

Desgraciadamente, su fallecimiento en 1992 dejó huérfanos a Lanzarote y a sus gentes.