Avanzamos hacia la viticultura regenerativa, un modelo que respeta el entorno, lo regenera y ayuda a combatir el cambio climático.

Cada meta que alcanzamos es solo un punto de paso hacia el siguiente, así ha sucedido con el tránsito que estamos viviendo desde una viticultura ecológica y respetuosa con el medio ambiente a otra, que va un paso más allá, basada en el ciclo del carbono, lo que facilita «regenerar los suelos, frenar la erosión, fomentar la biodiversidad y luchar contra el cambio climático», tal y como lo define la Asociación por la Viticultura Regenerativa.

Para ello contamos primero con la ayuda de The Regen Academy, un centro de formación especializado en la implantación de proyectos de viticultura regenerativa, que durante las últimas semanas de octubre desplazó a los especialistas Francesc Font y Nuri Madeo a la isla para ayudar a nuestro equipo a ponerse manos a la obra.

Para finales de noviembre ya estábamos sembrando plantas locales que ayudan a captar el carbono del aire y a fijarlo al suelo donde se desarrollan las parras, ayudando a la vid en su crecimiento, mejorando la calidad de la producción, a la vez que contribuye a disminuir el CO2 de la atmósfera. En el mismo proceso aportamos materia orgánica a través de estiércol que proviene de la ganadería sostenible de la propia isla.

Estas imágenes, las que ves en este artículo, cuentan una historia. La de un proyecto de futuro donde avanzamos de un modelo de agricultura ecológica y sostenible hacia otro de agricultura regenerativa que quiere ser proactiva y sumar esfuerzos contra el cambio climático. Hacemos un pequeño recorrido desde la formación junto a Frarncesc y Nuri, pasando por la selección de semillas, el plantado y el brotado de las plantas junto a las parras.

El Grifo, sinónimo de tradición, innovación y medioambiente. Tres palabras que están ancladas profundamente en nuestro ADN.

Para El Grifo fue importante entender las bases de la viticultura regenerativa y estudiar, junto a Francesc y Nuri, la mejor forma de implantarlo en un ambiente tan específicamente particular como es el lanzaroteño donde el suelo volcánico, la extrema sequedad y los alisios son parte del proceso natural que define nuestro medio ambiente.

La selección de semillas fue un proceso estratégico y particular dado que la premisa es cultivar plantas locales que están presentes ya en el medio donde se encuentra el viñedo y, en ningún caso, introducir plantas foráneas.

El cultivo se hizo prácticamente a mano, apoyados solo por un pequeño tractor que seguía las líneas de viñedos y un rudimentario arado de fabricación propia que permitía, a la vez que abrir un surco, ir depositando las semillas, para luego manualmente tapar.

En este proceso se incluyó materia orgánica proveniente de estiércol producido y recogido de ganadería local sostenible, que aportara nutrientes a las plantas, mejorando así su crecimiento.

Dado las distancias y tamaño del viñedo, plantado en hileras, una plantación netamente manual habría hecho que el proceso se alargara extremadamente (durante semanas), provocando que las plantas brotaran en distintos momentos.

Por eso nos apoyamos en un pequeño tractor y, especialmente, en este arado-cultivador que nos permitía abrir el surco, plantar y hacerlo de manera continua a lo largo de las hileras de parras.

Unas semanas después vemos brotar ya las hileras de plantas locales. Estas plantas tienen ahora dos importantes funciones. Por un lado captar y retener en el suelo CO2, por el otro fijar la materia orgánica que aportamos a través del estiércol que procede de ganadería local sostenible, lo que favorecerá la nutrición de la parra, ya que aumenta la macrobiótica de los suelos volcánicos tan característicos de la isla.

Las plantas, al realizar la labor de captar y retener CO2, se suman al esfuerzo global contra el cambio climático ayudando a eliminar carga de dioxido de carbono presente en el aire a causa de la polución.